jueves, 1 de noviembre de 2012

La hora verde

Aunque ahora vivo en el campo, durante toda mi vida viví en Madrid, y se que las ciudades grandes se hacen duras para todos, más para los que tienen un mínimo interés por "lo verde".
 
Recuerdo "desnucarme" buscando el cielo entre los edificios para saber el tiempo que hacía, y en cuanto podía me escapaba aunque fuera al Retiro.
 
La ciudad gris nos separa de la Naturaleza. Hay quien vive tranquilo en esa desconexión, y hay quien no lo puede sufrir.
 
El segundo era mi caso, y éstos algunos de los mínimos recursos con los que intentaba disfrazar el asfalto para sobrevivir.

Intentaba pisar suelo siempre que podía, un parque, el Retiro, La casa de campo, y muchos sábados buscaba el monte en cualquier dirección.
 
Buscar recorridos en la ciudad que coincidan con zonas verdes, arbolados y que la mayor parte del ocio discurra al aire libre. Un rato al sol en un banco, aunque sea invierno no es despreciable.
 
En casa, rodearnos de plantas y motivos paisajísticos, en la pared, fondo de pantalla o incluso en la puerta de la nevera.
 
Localizar una ventana con vistas verdes, si la cosa es muy grave unas macetas también no pueden salvar la vida, para colocar en ella un lugar de trabajo, o una zona de lectura.
 
En fin, parchecito a parchecito, acabaremos fabricando una colcha verde en la que envolvernos un poco.
 
Además, siempre pueden buscarse elementos naturales o sencillos para equipar la casa: cestos, lámparas de papel, alfombrillas de algodón, o muebles sencillos construidos o pintados por nosotros.
 
Y si todo ello se vuelve inútil, un alquiler en las afueras no es ninguna insensatez, aunque te tachen de loc@, no hagas caso. Hay que defender lo que se quiere de verdad, por poco rentable que sea o absurdo que parezca.
 
Cuando escuches a los perros ladrar en la lejanía te parecerá que definitivamente lo has conseguido.
 
Así empecé yo.

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